Jauretche en sus laberintos
Osvaldo Gonzalez Iglesias
02/05/2023
Nota del Autor:
“Jauretche en sus laberintos” es una obra de teatro que nos lleva por un recorrido de la historia argentina a través de un diálogo entre el líder político Juan Domingo Perón y el escritor Arturo Jauretche en el despacho presidencial de la Casa de Gobierno. La obra cubre cuarenta años de historia, incluyendo los momentos más significativos del peronismo, y nos muestra los aciertos y errores del movimiento y su impacto en la sociedad argentina. La obra, que dura 40 minutos, es interpretada por un solo actor que cambia su perfil y su voz para representar a los diferentes personajes, incluyendo a Perón con sus rasgos más característicos y pensamientos más profundos. Aunque la obra es crítica en algunos momentos, el mensaje principal es el anhelo de justicia que sigue vivo en el corazón del pueblo argentino. “Jauretche en sus laberintos” es una obra que debería ser vista en las universidades y escuelas como una herramienta de debate sobre la historia argentina y el peronismo, sin ningún tipo de pre conceptos ni influencia ideológica. La obra seguramente despertará sentimientos profundos de respeto y apego hacia la convulsionada historia argentina y su gente.
ACTO I
(Obra en tres actos, un actor, voz en off) Un salón de los años cincuenta, roble, sillones de cuero y una gran biblioteca, un escritorio inmenso lleno de papeles y algunos cuadros, uno en el centro de Evita, otro de San Martín y de Rosas. Cortinas de terciopelo rojas tapan unas enormes ventanas cerradas, una tercera, en el centro de doble hoja está abierta, deja entrar un creciente murmullo de multitudes que parecen aproximarse, discordante va tomando armonía para dar forma a algunos cánticos, mezclados con los bocinazos y al zumbido de alguna ambulancia, suaves aunque se suaviza tras el diálogo que fluye entre los dos hombres que acaban de encontrarse luego de varios meces, hombres corpulentos, de porte noble, ambos con un cigarrillo entre los dedos.
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General la gente lo aclama, que se siente luego de tantos entreveros.
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Quizás la remembranza de los malos momentos, la esperanza de un destino tantas veces claudicado.
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Usted se debe sentir poderoso, como Hirigoyen en su tiempo.
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No mi hijo, a Hirigoyen los arroyaron los acontecimientos, fíjese Alvear fue quien tuvo que hacerse cargo, suena a cobardía. El Mono.
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Por eso fue parte de su derrota. Porque era un cobarde o porque afectaba intereses religiosos y ganaderos.
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Hijo, Hirigoyen fue un gran hombre, sabe, con eso no alcanza, se necesitan huevos para enfrentar a la oligarquía que se cree dueña del país, desde antes que la nación naciera.
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Y Rosas general, era un terrateniente o un patriota, se puede ser ambas cosas cuando esos intereses están en juego.
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Rosas supo conciliar ambos intereses, incorporó al mulato, a la indiada y a los criollos, Rosas sabía lo que significaba el concepto de nación y soberanía.
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Y la mazmorra, intento callas voces contrarias, postergó el nacimiento de la nación.
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Que dice hombre, usted tiene muchos libros, pero poca claridad sobre qué se es ser argentino, cuando el objetivo es la patria y el horizonte la felicidad de su pueblo, callar voces anárquicas que dañan los intereses nacionales es una necesidad. Que se cree que va a ser tan fácil. Esos es tener huevos amigo, y no la duda de pusilánime que no logra dar un paso sin entrar en sus propias contradicciones.
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Arturo usted es un gran hombre, lo necesitamos, la patria lo necesita, el movimiento lo necesita, déjese ya de pendejadas. Yo he visto malos que se han vuelto buenos, pero no he visto jamás un bruto volverse inteligente. Usted es un hombre bueno, trate de no ser un hombre bruto.
El sol corta la imagen de ambos atravesados por una creciente crispación, los cánticos crecen, los bombos retumban en la cabeza de Jauretche. Se sentía conforme con la presencia activa y alegre del pueblo en la plaza, pero el general lo desconcierta, duda de sus intenciones, duda por momentos, esa admiración que tenía el general con la disciplina germana, ese germen de dictadura que provocó tanto desastre en Europa.
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Yo no me considero un conocedor de la verdad general, usted cree que está guiando al pueblo por el camino correcto, esas antinomias que se gestan de a poco entre unos y otros será posible para una argentina que los necesita a todos. Los intelectuales hablan como si tuvieran todas las respuestas, pero suben al caballo por la izquierda y bajan por la derecha, eso no general, firmezas y convicciones no son atributos, en sí lleva a cuestionar la verdad. No general, la duda ayuda, claro dentro de una duda razonable. Usted está tan seguro de que este es el camino.
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Amigo el camino se borra cuando las grandes lluvias acechan, se deba trazar un curso y andar siempre con una brújula acuesta, los caminos son obra de los hombres y de ellos es también modificar su curso. Estamos cambiando la historia y como verá tenemos un pueblo que lo avala.
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¿A qué le teme general? , si es que ahí algo a que le tema, todos tenemos nuestros lados flojos, nuestras debilidades, nuestros miedos, esos que ocultamos para que no piensen que es producto de alguna debilidad, que al parecer usted se resiste a considerar.
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Solo a Dios le temo hombre, le temo al final, a no poder llegar, a que todo quede trunco y que nuestra argentina quedé varada en la incertidumbre. Por eso amigo le temo a la muerte.
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A la muerte, usted. Parece invencible, usted general, como si poseyera a cuestas una vida eterna. serán sus palabras, sus convicciones, no sé. Disculpe. me decía.
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Ya le dije mijo, no la muerte física, si a la espiritual, quiero seguir flotando por el aire, escuchar la voz de mi pueblo, y las quejas de Evita por toda la eternidad. Metáforas Arturo, solo metáforas que ayudan a entender esos extraños sentimientos que el pueblo provoca en mi. La muerte es la nada misma, la inexistencia, a eso le tengo miedo al sentido del ya no estar.
Arturo Jauretche se toma la barbilla como en un gesto reflexivo, va hasta el saco que se encuentra colgado sobre un perchero y saca un abanó, le convida al general quien acepta, el humo parece mezclarse entre ambos, un halo de complicidad los une. Arturo J. toma la palabra:
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Pero es así, todo está en sus manos, los movimientos populares se apoyan en el pueblo, más que en uno u otro hombre, general, si usted muere el brío de su fuerza o la convicción de sus palabras deben quedar como una voz eterna que repiquetean los corazones de los más humilde de esta patria.
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¿Qué pasó con la revolución del 18 y luego con su caudillo Hirigoyen, el proyecto de reformas murieron con él, más aún muchos como Alvear cambiaron el eje de su revolución para que hoy el radicalismo no sea más que un movimiento pequeño burgués con fines solo electoralistas, sin plataforma, sin ideales, sin caudillo?
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Y entonces, ¿quién es su heredero?, si ya se me va a decir el pueblo, bambalinas, eso es una adjetivo muy abstracto, el pueblo son todos, incluso los oligarcas, los grandes bancos, los capitalistas rancios que han clavado el país en los años 80.
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Si hombre el pueblo, o quien lo pueda representar, quien mantenga la misma plataforma, los que se comprometan por luchar por la dignidad y la justicia. Usted cree que no, ya verá, “Con la cabeza de los dirigentes o con los dirigentes a la cabeza” La historia acaba de comenzar, el pueblo se hará cargo de su destino y los hombres pasarán a ser solo una circunstancia más de la coyuntura histórica Argentina.
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Tengo mis dudas señor presidente, el totalitarismo envilece a las masas, las despersonaliza, le saca protagonismo. Dios ha muerto decía Nietzsche, cuando todo depende de un líder en autoritarismo siempre constituye un peligro. En los países totalitarios el pueblo es un esclavo, sin voz ni voto, pero en la democracia es un paralítico con la ilusión de la libertad. No hay nada más nefasto que montarse en una ilusión de progreso y bienestar luego se frustre y sea aprovechado por los advenedizos para traerles espejitos de colores y robarles definitivamente la voluntad.
El pueblo no es toto, no se deja engañar, usted cree que si no llenarían hoy la plaza, al grito de Perón, Perón, esto ya nadie lo detiene.
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Ojalá tenga razón, si pudiéramos ver el futuro, si ese futuro nos muestra esa realidad que usted con tanta firmeza aduce, daría la vida por usted general, pero permítame tener mis dudas. Soy un cobarde, usted me dirá, pero el yerro es grave, muy peligroso cuando el destino del pueblo está en juego. Usted puede garantizar en general que no vendrán después de su muerte, que espero este haya lejos en una lejanía imperceptible por la distancia. No vendrán quienes se aprovecharán y corromperán al pueblo, a la política y echará por el traste con todos sus sueños.
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Escuche, espero que lo entienda, me empiezo a agotar, pensé que el entendimiento nos llevaría a ambos por el mismo camino. “Nuestra doctrina se presta adecuadamente para la formación de hombres del pueblo que piensan que su misión en la vida es luchar para el Pueblo, por el pueblo …y en el pueblo.
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Con el mayor de los respetos, señor presidente – dice esto mientras larga de su garganta una fuerte y densa bocanada de humo – eso suena a consignas, no necesita hablarme a mí con consignas, no he venido, con el mayor de los respetos, a escuchar palabras demagógicas, he venido a escuchar a un estadista, como si se, que lo es usted general, perdón señor presidente. Si usted cree que su doctrina llegara al convencimiento de los hombres para que estos den la vida por el pueblo, por que hable siempre que deben ser controlados, ahora quien controla a quién, cuando usted ya no este, le repito señor presidente, quien será su heredero.
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Pues usted si que es un terco, como construir un país, un futuro venturoso con tantas dudas. Bueno por momento, usando su prédica, olvido que es radical, un pequeño burgués llenos de inseguridades, ustedes no tienen clase que los defina, híbridos son, eso, unos híbridos.
ACTO II
Los gritos que penetran por la ventana son ahora mas intenso, continuos y eufóricos, Jaureche sentado sobre un gran sillón de cuero negro observa al general que de una cierta distancia saluda con su habitual movimiento de brazos a la multitud. Pensó Jauretche cuando vio esa escena, es como si necesitara recordar que él es Peón, que es el líder, que tiene el poder de hacer vibrar a la masa cuando lo requiera. Peron regresa y lo observa a su amigo radical como dejó caer su cuerpo en el sillón como quien desmoronado teme estar dando el paso equivocado.
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Tranquilo amigo, también con ustedes se construye la patria, son una franja dinámica, son parte de la comunidad organizada, sindicatos, trabajadores, e industria nacional, pujante. Nadie quedará afuera.
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En eso estamos de acuerdo, entiendo, necesitamos un proyecto nacional construido sobre una sociedad organizada. Pero usted claramente señaló al enemigo de la patria, ¿Qué pasa con ellos?
Donde los coloca, como serán excluidos, como serán controlados.
Ya veremos en su momento, si oponen resistencia, como usted bien dice en un panfleto de FORJA, que tengo por ahí, déjeme ver. A bien acá está “No existe la libertad de prensa, tan solo es una máscara de la libertad de empresa” usted entiende lo que está diciendo y me habla a mí de el autoritarismo. Que pretende acabar con la prensa, amigo, eso no ayuda.
Pero al final, si siguen manejando los medios llegaran a manejar la política y con ello la economía y el pueblo seguirá sometido.
Mire joven, un proyecto se construye de a poco, ¿usted cree que tenemos la fuerza suficiente para ello, usted cree que el pueblo que grita saldrá a la calle a defender a su presidente?
Si tiene convicciones y claridad del rumbo, claro que sí.
¿Y usted cree que debemos nacionalizar la banca y expropiar las grandes corporaciones extranjeras en el país, cree que nuestra economía resistirá semejante embestida?
No, señor presidente creo que no resistirá, pero acaso queda otro camino, aunque el recorrido sea brutal.
Ja ja ja usted es un univalente, claro no es usted el que expone el pellejo, creerán que soy un hombre de izquierda, muy lejos de eso, amigo, soy un hombre de estos tiempos que sabe dónde colocar el culo, sabe cómo enfrentar al mundo y hacer crecer la economía.
Hace poco me trató de cobarde, ¿qué pasa presidente? ¿Hacia dónde va su revolución?
Evidentemente, no donde usted y tantos la quiere llevar mijo, lea mi escrito revise mi discurso, notara que no soy un hombre de izquierda, el país necesita estar organizado, un gran acuerdo social en donde una gran masa de rezagados se incorpore a la producción, genere riquezas, amigo, sabe como se llama eso, capitalismo, claro, si nacional, hasta que este país tenga músculos y pueda competir con el mundo.
Yo lo leo presidente, creo entenderlo, usted habla de una tercera posición, pero sus proclamas llevan a que muchos crean que quiere el socialismo, el futuro se enturbiara con consignas confusas cuando usted ya no está, por ahora obedecen, pero cuando ya no haya quien convenza, muchos místicos saldrán en su nombre y el de Evita a proclamar una revolución imaginaria.
No Arturito, no, yo los convocare para cuando el golpe de estado me destierre y prohíba mi nombre, al movimiento y mis símbolos, ahí los convocó para que salgan a enfrentar a los milicos vendepatrias con las armas, es la única forma, amigo, la armas para que yo regrese.
Incansables, exultantes las masas gritan consignas, esas que el general se atrevió a lanzar a sus oídos, “cinco por uno no va a quedar ninguno” “a compañero todo al enemigo ni justicia” alguien metió una frase que sonara fuerte en un futuro cercano “Qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular”
Jaureche tiene en su mano el libro “La Comunidad Organizada” repasa sus textos, saca palabras sueltas, intenta debatir, pero el general, para todo tiene una respuesta.
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Y eso pasara señor presidente, el país se sumirá en una guerra civil, muchos jóvenes muertos, vale la pena que luego el gobierno quede en manos de un brujo y una mujer que solo sabe repetir su nombre.
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No se equivoque, es el equilibrio de fuerzas, yo construí un movimiento, un juego de contrarios, dialéctico como nos enseñó Hegel, usted ha leído a Hegel, Arturito, y a Marx, pues yo sí, también a Ricardo a Adán Smith, luego entenderá, una sola guía, el pensamiento justicialista sobrevivirá por muchos años y de esa forma los patos se enfilan.
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Todo retorcera, señor presidente, el país se sumirá en la oscuridad, luego, pasarán muchos años hasta que aparezcan iluminados de todo pelaje repitiendo su nombre, explotando ese sentimiento arraigado en el pueblo, por supuesto Evita.
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Usted es un brujo amigo, cómo puede saber. Formaré los hombres que continuarán mi legado, consignas claras y un proyecto sustentable para un pueblo que hará oír su escarmiento en caso que los dirigentes no estén a su altura.
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No quiero defraudarlo señor, nada de eso sucederá.
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Ya no me fastidie y escuche el tronar de las masas, inermes pero poderosas, maleable a las necesidades de la nación. No entiende, nunca me olvidaran, nadie como yo los puso en el centro de la historia, nadie les dio un lugar, nadie, escuche bien joven, nadie más lo hará, por eso jamás me olvidarán.
ACTO III (Último)
Arturo Jaureche observa al hombre del que observa tras las cortinas ahora entornadas a la multitud, tratando de divisar, al parecer caras conocidas, la CGT con Richi, lo ve ahí justo en su lugar, bajo el monumento nacional, lo ve a Gullo, a Jessi, a Obregón Cano, a Norma Kennedy, estaban todos, Vaca Narvaja, Cámpora con su gorrita de golf, Lastiri, López Rega, Isabelita. Evita ya estaba muerta, y su cadáver perdido en algún lugar escondido por los milicos.
Jauretche mira a un hombre doblegado, vencido, viejo y temeroso. Arrepentido de su regreso, angustiado porque tipo de país le dejaba a su pueblo, quizás desilusionado.
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Señor presidente, disculpe me tengo que retirar, me llaman otros menesteres, la muerte me acecha. Nos vemos general quizás en el mismo cielo, quizás el destino nos reservó el infierno, pues ahí estaremos.
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Espere hombre, y así se va, no hemos terminado el abanó, no me deje solo en esta encrucijada, hablemos, cuénteme de sus proyectos del ferrocarril, de la energía, de las rutas para llenar de venas que comunicansanguínea mente a toda la nación. No me deje aun, se los suplico, soñemos juntos esa Argentina en donde todos tengan que comer, donde vivir, con educación, con respeto, en donde la política sea un acto de entrega de abnegación. En ese amigo se nos fue la vida.
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General, sabe que lo respeto, me trajo tras de mí a muchos compañeros yrigoyenistas, construí un movimiento de ideas de reflexión para acompañar su proyecto de país. Fracasamos general, usted lo sabe, volvieron a ganar, fue todo tan inútil, tantas muertes jóvenes, los fusilamientos, los bombardeos en la plaza, las proscripciones, su salud manssillada por el exilio, su hombría de bien, general, ya no hay más tiempo, nuestra oportunidad se acabó, el tiempo se acabó,
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No diga eso amigo, déjeme morir en paz, hasta mi lecho de muerte llega sus dudas, esos que de apoco penetran en mi alma, déjeme mijo, morir en paz, quiero ver a Evita, quiero contarle que fue posible, que sus sueños se hicieron realidad. Sufrió tanto la pobrecita, pero ahí estaba tozuda junta a sus descamisados. Por favor Arturo déjeme morir en paz.
Arturo ya no estaba, Perón hablaba a una sombra, a un fantasma imaginario, amaba sus tertulias, aunque solía insultar por su cobardía.
Arturo Jauretche hacía años que estaba muerto. Solo sus palabras de advertencia le retumbaban aun en su maltrecha memoria.
- Déjeme morir en paz – repetía el general en su lecho de muerte –
Las voces, los canticos, los bombos repiquetean como ese último aliento que terminó con Perón, quizás suponiendo estaría escuchando del cielo y por fin se dignara en venirlos a rescatar del abandono, de la corrupción, de la desesperación a las que sus herederos lo habían sometido. El pueblo persiste y persistirá, está tan hondo su general en su corazón, que algún día volverá a hacer de esta una sociedad más justa.